lunes, 21 de junio de 2010

El CASO DE ANDREA AVALOS

Hace casi un año, para mayo del 2009 aún tenía esperanzas: diputados provinciales habían pedido jury de enjuiciamiento para la jueza Elsa Galera por la muerte de Andrea Abalos.

El accionar de la comisión en aquel entonces fue rápido y eficaz, pero al parecer se quedaron solo en el amague… ¡la justicia tiene tantos recovecos…! Precisamente en ellos se esconden los criminales… en fin…

Yo no olvido…

Hoy una noticia de último momento mete sus dedos – los diez- en la llaga:

El jury de enjuiciamiento decidió rechazar la denuncia que pesaba contra la jueza Elsa Galera, en la que se cuestionaba a la magistrada del Quinto Juzgado de Familia por su actuación en el caso de Andrea Ábalos, una chiquita de dos años asesinada por sus padres.

Desde hacía más de un año la Justicia de Familia tenía una denuncia por desnutrición y supuesto maltrato en contra de la familia de la nena. Pero Galera había determinado que la nena debía seguir con sus papás.

Éste no es el primer cuestionamiento que recibe la jueza. Galera, quien estuvo al borde de otro Jury de Enjuiciamiento en 2007, después de la muerte de Micaela Reina, una nena que había sido denunciada como desaparecida en el juzgado y que después apareció muerta y violada en una bodega de Guaymallén.

La madre de la nena luego declaró que, cuando denunció la desaparición de su hija, la jueza no le dio importancia.

Pero el pedido para juzgarla por mal desempeño también fue desestimado.

(Fuente: Los Andes on line)

Hace casi un año yo escribía:

El 1º de mayo murió en nuestra provincia una bebé de dos años como consecuencia de golpes en la cabeza fruto amargo del maltrato familiar. Y a menos que la memoria me falle, ninguno de nosotros salimos a la calle a clamar por justicia. Nadie increpó a la jueza Elsa Galera por haberle restituido la tenencia de la niña a sus padres a pesar de que la pequeña mostraba evidentes signos de maltrato, abandono y desnutrición y que había ingresado en reiteradas oportunidades al Hospital Humberto Notti por los golpes recibidos.

Silencio social. Cómplice y asesino.

Yo sé que usted no está de acuerdo, que usted es una buena persona, que se le retuercen las tripas y se le llenan los ojos de lágrimas cuando se entera de que pasan cosas como esta, que preferiría no saber, porque total ¿qué puede hacer uno?

Para que se entienda de qué estoy hablando, imaginemos esta situación: vamos caminando y de repente un hombre enojado le grita y le da una bofetada a la mujer que va junto a él. Aunque la situación nos tome por sorpresa es probable que, pasado el shock nos solidaricemos con la víctima y llamemos al 911.

Ahora imaginemos la misma situación pero con diferentes actores: vamos caminando y de repente una madre enojada le grita a su niño y le propina una bofetada o al menos un par de “chirlos”. “¡Pobre mujer!”, nos decimos para nuestros adentros, “estos chicos vienen cada vez peor”, y si pasamos cerca, miramos al niño con severidad, confirmando el accionar de la madre: “se lo tiene bien merecido seguramente”.

El tema es entonces que aquello que nos parece inaceptable con los adultos, se vuelve laxo en relación a los niños… “un par de chirlos a tiempo puede evitar futuros divorcios…” ¿Suena ridículo?, sin embargo se vuelve razonable cuando ese mismo consejo se aplica a los niños, estemos de acuerdo o no con él.

Lo cierto es que no existe término medio para la violencia: no se trata de golpear a un niño hasta matarlo, o de golpearlo apenas lo suficiente como para que aprenda la lección. NUNCA SE DEBE GOLPEAR A UN NIÑO, Y PUNTO.

Aquellos eruditos que abogan por el “chirlo a tiempo” son los mismos que atentan contra la naturaleza del vínculo madre – hijo al proponer arbitrariamente sus tóxicas teorías, carentes de sentido y fundamento, cuya nefasta misión es debilitar aún más los lazos primarios, y en consecuencia, las relaciones futuras.

Son los que escriben montañas de libros donde les enseñan a los padres a ir contra sus instintos de amor y protección so pena de “malcriarlos”, porque parten de la premisa de que los niños son pequeños tiranos egoístas y manipuladores. Y es justamente esa premisa la que inhibe nuestras respuestas naturales frente al sufrimiento de los más chiquitos.

Así nos prohíben (bajo la premisa de provocar un daño irreparable en nuestros hijos):


 hacer caso de los niños que lloran, tomarlos en brazo, darles lo que piden.
 dormir a los niños en brazos o dándoles el pecho, cantarles o mecerles para que duerman, dormir con ellos.
 dar el pecho en cualquier momento o en cualquier lugar, o a un niño “demasiado” grande.”

Nos asustan con cucos tales como que nuestros hijos desarrollarán luego trastornos de sueño, o de conducta, o que se volverán demasiado dependientes, cuando es precisamente todo lo contrario.

Estas macabras teorías suelen justificarse aludiendo a la salvaguarda de la pareja, o al cansancio de la madre, pero lo cierto es que no se prohíbe lo que realmente cansa a una mujer, nadie le dice que no limpie tanto la casa porque el niño se malacostumbrará a una casa limpia. Lo cierto es que, sin el maravilloso placer del contacto, la maternidad tiene menos compensaciones… “cuando te han prohibido tomarlo en brazos, dormir con él, darle el pecho o consolarlo, el niño llora más y la madre vive ese llanto con impotencia, y a la larga, con rabia y hostilidad”. (1)

“En nuestro país, como en muchos otros, los malos tratos son un problema cada vez mayor. Decenas de niños mueren cada año a mano de sus propios padres, y muchos más sufren hematomas, fracturas, quemaduras… la pobreza, el alcohol y otras drogas, el desempleo y la marginación, se cuentan sin duda entre las causas profundas de los malos tratos. Pero también hace falta un desencadenante (…) el llanto es un desencadenante frecuente: “lloraba y lloraba, hasta que no lo pude soportar más”. ¿Qué pueden hacer los padres cuando todo lo que sirve para calmar el llanto del niño (pecho, brazos, canciones, mimos) está prohibido?” (1)

Vivimos en una sociedad cargada de violencia contra los más débiles y vulnerables. Los niños mendigan, trabajan, reciben castigos “por su bien”. Son abandonados en la calle, o en sus propias cunas, dejados en guarderías, o con las abuelas. Niños golpeados, niños drogados, niños desnutridos, niños que regresan a casas vacías de familia, aunque llenas de cosas, niños solos… niños muertos…

De un tiempo a esta parte he escuchado en muchas ocasiones que debería bajarse la edad de imputabilidad en los menores. Sin embargo no sé de ningún proyecto para cambiar las leyes laborales y darles a las madres más tiempo después del parto para cuidar a sus hijos. Porque obligar a las mamás a dejar a sus bebés de 45 ó 60 días para volver al trabajo es una de las más graves y espantosas violencias ejercidas contra las mujeres aunque nadie habla al respecto, y claro está, contra los niños, pero ya estamos acostumbrados al silencio en ese sentido.

Y es precisamente este silencio cómplice el que permite que muertes como la del Andrea Abalos sigan ocurriendo. Porque en definitiva son nuestros niños… los niños de esta gran tribu, que ojala un día reciban el trato de los niños de los originarios de Australia:

“la vida de los niños australianos es muy agradable, ya que por grandes que sean las dificultades que atraviesa el grupo al que pertenece su familia, ellos reciben la mejor parte de la comida, son tratados siempre con gran cariño por sus padres, que les regañan si hacen travesuras, pero nunca les castigan”.

(1) Bésame Mucho, Dr. Carlos González.

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