viernes, 25 de junio de 2010

EL PODER DE LOS MENSAJES

Hace algunos años, mientras estudiaba Comunicación Social, un profesor nos contó la siguiente historia:

Tras la invasión a Vietnam, los norteamericanos querían enseñarle a los aldeanos el concepto de control de la natalidad con la intención de mantener a raya el crecimiento demográfico de la región.

Para lograrlo se valieron de dos imágenes bastante elocuentes y sencillas de interpretar. Un mensaje claro, prácticamente despojado de connotaciones, controlado, con la intensidad justa... perfecto, o al menos es lo que supusieron sus creadores.

En la primera imagen, a la izquierda (que es donde se coloca aquello a lo que queremos restar importancia) una choza paupérrima, con un hombre y una mujer aún más pobres y media docena de chiquillos sucios y muertos de hambre. La segunda imagen, a la derecha (que es donde se coloca aquello que queremos resaltar, de ahí que las páginas impares de los diarios y revistas sean siempre más caras) una hermosa casa, un automóvil último modelo, una sonriente pareja vestida a la moda y un par de niños espléndidos, tan sonrientes como sus padres.

El objetivo del mensaje era dejar en claro que si tenías pocos hijos, tu nivel de vida podía ser mucho mejor.

Ahora bien ¿que decían los vietnamitas cuando veían el cartel?: ¡pobres norteamericanos! ¡tan ricos y con tan pocos hijos!

¿A qué viene el cuento?.

Miren a su alrededor: jóvenes caucásicas, muy lindas y adineradas, sostienen sonrientes a sus bebés, generalmente rubios, mientras les dan el biberón. Metamensaje: la gente bella, con un nivel elevado de vida, no amamanta a sus hijos. Esa gente, que está en la cúspide de la "cadena alimenticia" seguramente no se equivoca, por algo está en ese lugar, y hace lo mejor para sus hijos: les da el biberón. Si quiero ser como ellos, si deseo algún día estar en ese lugar, entonces debo alimentar con leche maternizada a mi hijo, para que esté tan gordito, sano y sonriente como ese bebé.

Otra publicidad: las mamás exitosas y felices llevan a sus hijos en cochecitos o "huevitos" (las canastitas que vienen ahora dentro de los coches). El metamensaje, por supuesto, es el mismo.

Publicidad tres: los bebés duermen tranquilos y despiertan alegres cuando lo hacen en sus propias habitaciones. Una vez más el mensaje muestra gente exitosa en lo económico como paradigma de lo deseable y propone tácitamente imitar el modelo. Así se refuerza la falta de sentido común, esa que llevó a los pediatras de hace unos 60 años a decirle a las madres que debían colocar a sus hijos en cunas y en otro cuarto, que debían dejarles llorar para fortalecer sus pulmones, y no alimentarlos de noche (??????) para no perjudicar su aparato digestivo, sin importar cuanto llorara la criatura. Y en la misma sopa está también lo que propone Estivil: que los niños pueden desarrollar transtornos del sueño si no hacemos exactamente lo que él dice en su libro...

Abajo, bien abajo, operando con sus hilos invisibles y ponzoñozos, subyace el miedo: miedo a lastimar a nuestros hijos por ignorancia... miedo a la pobreza, a quedarse fuera del sistema, a no ser como los demás... por eso mejor imitar a los que hacen bien las cosas, después de todo, mal no les ha ido...

A esto estamos acostumbrados.

En el lado izquierdo de la vida, las incivilizadas aborígenes cargan a sus bebés en la espalda, o cuando son más pequeños, adelante, para que puedan ir mamando a gusto y placer. Imágenes pintorezcas, de National Geographic. Imágenes de pobreza y marginalidad, porque el mensaje debe quedar claro: la teta es el alimento de los niños pobres, el colecho es fruto del hacinamiento, de no tener más remedio que dormir en una misma cama, todos revueltos y apretados. Lo mismo que cargar a los hijos, es para los que no pueden comprar un coche...

Y así vivimos, insertos en una sociedad que nos educa para desoir el sentido común, eso que algunos llaman "instinto", y ponernos a tono con las tendencias funcionales a los grupos de poder.

Así también crecen los bebés, estresados, sobreviviendo (ver Casilda Rodrigañez "Matricidio") y los padres nos sentimos cada vez más frustrados, después de todo, la paternidad tiene poco de grato cuando nos está vedado o limitado el contacto físico, cuando todo son reglas, y trasgredirlas nos llevaría irremediablemente a convertirnos en padres malcriadores de hijos consentidos. Entonces la brecha se agranda, hasta que un día miramos a ese adolescente al que apenas si reconocemos, un ser humano más fabricado a imagen y semejanza del sistema que lo parió, listo para ser fagocitado por él, después de todo es el resultado de una cuidadosa y premeditada estrategia, como dice Michel Odent: cuando una criatura recién nacida llora en el nido del hospital está haciendo su primera experiencia de sumisión. Una sumisión que nos hiere psíquica yneurológicamente.

4 comentarios:

  1. Me encanta tu reflexión, es genial! =)
    Un abrazo, gracias por compartirmela.

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  2. Guau, buenísimo Luz! Trabajo en una empresa multinacional y el tema común entre madres es que remedio recomendó el pediatra, que el bebe logró dormir 2 noches en su habitación o que vacuna el toca o peor aun cuanto midió y pesó en el ultimo control pediátrico. No existen las emociones de los niños, los juegos compartidos en familia ni mucho menos el apego. No se comenta la lactancia porque no existe. Tristisimo por esos bebes criados bajo la estandarizacion del sistema que luego se convierten en esos adolescentes que hasta sus propios padres desconocen como citas en tu entrada.
    Besos

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  3. En Alemania suele hablarse de "los chicos de la llave al cuello", son niños y adolescentes que casi nunca ven a sus padres (al menos de lunes a viernes) y por eso llevan la llave de su casa colgada al cuello, o en los bolsillos, es sólo una expresión para definir la situación de estos niños que cierran y abren la puerta de sus casas solitos, y lo hacen todo solos. Los resultados están a la vista...

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